CUIDAR EL PLANETA, responsabilidad SUD - LDS.



 Este mundo es muy hermoso, y cuando estamos en la naturaleza podemos sentir cosas que no se pueden sentir en otros lugares, por lo que tenemos la obligación moral de cuidarlo y preservarlo para el futuro.


Hay muchas mas consideraciones a tener en cuenta con este tema, la mano de Dios obrando en su Majestad a través de sus creaciones, nuestra responsabilidad o mayordomía para con la Tierra, la necesidad de cuidar el equilibrio para no perjudicar la vida, el futuro de la misma, etc. y todos esas consideraciones están magistralmente expuestas en el artículo que hoy les adjunto.


Espero que lo disfruten y aprendan mucho.... Que Dios les bendiga a todos.





Llegar a ser mejores mayordomos de la tierra que Dios creó para nosotros

De un discurso pronunciado en el decimoctavo simposio anual del Centro Stegner en la Universidad de Utah, en Salt Lake City, el 12 de abril de 2013.

Cuanto mejor cuidemos este mundo y todo lo que hay en él, más sostendrá, inspirará, fortalecerá, vivificará y alegrará nuestro corazón y espíritu.

Mi afición es estar en la naturaleza, ya sea haciendo senderismo, esquí, kayak de mar, ciclismo o incluso ir de safari. Cuando era niño, me encantaba estar en el bosque y sentir el testimonio silencioso y elocuente que los imponentes árboles de hoja perenne daban del Creador. Al llegar a la edad adulta, he aprendido por el estudio y por la fe que si entendemos quiénes somos, el propósito de la vida y la razón por la que se creó la tierra —y si tenemos en cuenta estas cosas—, trataremos esta tierra, y todo lo que hay en ella, de manera más elevada y noble.

El propósito de Dios al crear la tierra


El Señor, a través de Sus profetas, tanto antiguos como modernos, ha tratado de ayudarnos a entender y apreciar el don de vivir en esta hermosa tierra. En el Antiguo Testamento, David consideró las majestuosas creaciones de Dios y se preguntó en voz alta por qué —entre semejantes maravillas— Dios tiene memoria del hombre (véase Salmo 8:4). David concluyó que la humanidad es especial, “un poco menor que los ángeles” (Salmo 8:5).

Moisés también vio en visión incontables mundos1 y declaró: “Por esta causa, ahora sé que el hombre no es nada, cosa que yo nunca me había imaginado” (Moisés 1:10).

En la humildad de Moisés ante la magnificencia de las creaciones de Dios, él no pudo comprender una gran verdad. De modo que el Señor le mostró una vez más Su creación infinita y declaró explícitamente que Él —Dios— hizo estas creaciones para “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39). Esta tierra —y, de hecho, toda creación— está diseñada para ayudarnos a obtener la inmortalidad y la vida eterna.

Al hablar de nuevo sobre el propósito de la tierra, el Señor dijo: “Haremos una tierra sobre la cual estos [refiriéndose a nosotros] puedan morar; y con esto los probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare” (Abraham 3:24–25; véase también el versículo 26). La vida en esta tierra, junto con el don del albedrío moral, nos proporciona la oportunidad de optar por buscar y recibir, algún día, todo lo que Dios ofrece2.

Cuando se finalizó la creación de la tierra, Dios estuvo complacido porque vio que serviría a Su propósito para con nosotros, Sus hijos3. Los hijos y las hijas de Dios y las familias que forman no son meros intrusos en esta tierra; más bien, son una parte central para su propósito4.

Debemos ser buenos mayordomos


La vida en esta tierra es una bendición así como una responsabilidad. El Señor declara: “Porque he aquí, las bestias del campo, las aves del cielo y lo que viene de la tierra se han ordenado para el uso del hombre como alimento y vestido, y para que tenga en abundancia” (Doctrina Convenios 49:19). Sin embargo, debido a que la tierra y todo lo que hay en ella es “la obra de [Sus] manos” (Doctrina y Convenios 29:25), todo le pertenece a Él5. Como habitantes temporales de esta tierra, somos mayordomos, no dueños. Como tales, somos responsables ante Dios —el dueño—, por lo que hagamos con Su creación: “Porque conviene que yo, el Señor, haga a todo hombre responsable, como mayordomo de las bendiciones terrenales que he dispuesto y preparado para mis criaturas” (Doctrina y Convenios 104:13).

La forma en que cuidamos la tierra, cómo la utilizamos y compartimos su abundancia, y cómo tratamos todo lo que se nos ha proporcionado es parte de nuestra prueba en la vida terrenal. Con gratitud, debemos hacer uso de lo que el Señor ha proporcionado, evitar desperdiciar la vida y los recursos, y utilizar la abundancia de la tierra para cuidar de los pobres6. El Señor se preocupa profundamente por toda vida y especialmente por Sus hijos, y nos hará rendir cuentas por lo que decidamos hacer (o no hacer) con las abundancias de Su creación.

El Señor nos promete que si lo seguimos a Él y utilizamos los recursos de la tierra con prudencia y con acción de gracias y respeto, “la abundancia de la tierra será [nuestra], las bestias del campo y las aves del cielo […]. Y complace a Dios haber dado todas estas cosas al hombre; porque para este fin fueron creadas, para usarse con juicio, no en exceso, ni por extorsión” (Doctrina y Convenios 59:16, 20).

Debemos usar estos recursos con juicio y gratitud, con la intención de ayudar a otras personas —de generaciones actuales, pasadas y futuras— a recibir las bendiciones que nuestro Padre Celestial desea para Sus hijos.

Ver más allá de nosotros mismos


Lamentablemente, vivimos en un mundo donde puede que las personas elijan rechazar a Dios y tratar Su creación con desdén. Cuando eso sucede, Dios y su creación padecen.

Enoc registra que Dios lloró por motivo de las malas decisiones y el egoísmo sofocante de Sus hijos7. Moroni profetizó que en los últimos días habría “fuegos, y tempestades, y vapores de humo […] [y] grandes contaminaciones sobre la superficie de la tierra”, y que a estas condiciones las acompañaría “toda clase de abominaciones; cuando habrá muchos que dirán: Haz esto, o haz aquello, y no importa” (Mormón 8:29, 31). Cuando el hombre contamina este mundo espiritual o temporalmente, no solo Dios sufre, sino también la naturaleza8.

Es importante destacar que las bendiciones y el poder que se logran mediante la Iglesia restaurada del Señor y el Evangelio tienen la capacidad de extender y cambiar el alma humana más allá de sí misma, de inspirar el amor a Dios y a Sus creaciones y de ayudarnos a pensar en el bienestar de los demás y considerar las necesidades de las generaciones futuras.

La naturaleza nos acerca más a Dios


La tierra y toda vida son más que elementos para consumir o conservar; ¡algunas partes o porciones de ellas también se deben ser preservar! La naturaleza pura y “todas las cosas que de la tierra salen […] son hechas para el beneficio […] del hombre […] para agradar la vista como para alegrar el corazón […] y animar el alma” (Doctrina y Convenios 59:18–19).

La naturaleza en su estado impecable nos acerca más a Dios, nos despeja la mente y el corazón del ruido y de las distracciones del materialismo, nos eleva a una esfera superior y exaltada, y nos ayuda a conocer más a nuestro Dios: “La tierra rueda sobre sus alas, y el sol da su luz de día, y la luna da su luz de noche, y las estrellas también dan su luz […]. [Todo aquel] que ha visto a cualquiera o al menor de ellos, ha visto a Dios obrando en su majestad y poder” (Doctrina y Convenios 88:45, 47).

Todavía me encanta caminar en las montañas, entre las magníficas rocas y picos de granito. Aunque en silencio, hablan del poder y de la majestad de Dios; y de Su genialidad incomparable para la belleza. Como testificó Alma: “Todas las cosas indican que hay un Dios, sí, aun la tierra y todo cuanto hay sobre ella, […] testifican que hay un Creador Supremo” (Alma 30:44).

Me encanta mirar las estrellas por la noche y tratar de comprender la eternidad del tiempo y del espacio que están al alcance de mi vista. Siempre me asombra el conocimiento que recibo en esos momentos tranquilos de que, a pesar de la inmensidad del cosmos, el Señor del universo me conoce a mí, alguien tan insignificante. Y Él conoce a cada uno de nosotros. La creación da testimonio del Creador, y si preservamos esos lugares especiales y vírgenes, estos serán testigos de manera elocuente y profunda de nuestro Dios y nos inspirarán a seguir adelante.

Cuanto mejor cuidemos este mundo y todo lo que hay en él, más sostendrá, inspirará, fortalecerá, vivificará y alegrará nuestro corazón y espíritu y nos preparará para morar con nuestro Padre Celestial y con nuestras familias en una esfera celestial, la cual será la tierra misma en la que estamos actualmente, pero en un estado glorificado9.

Ruego que cuidemos con gratitud esta tierra: nuestro actual y, posiblemente, futuro hogar.

Pelegrina, Guadalajara, España


Discriminación científico SUD.LDS Historia de Henry Eyring.

 


Me encanta la Historia, y las Biografías, en este caso, es la historia del padre del actual Apóstol Henry B. Eyring y que fue un científico prominente, que merecía un Premio Nobel y no lo recibió, probablemente por discriminación religiosa y que ha hecho su aportación a la Ciencia y al Progreso de la Humanidad.

Buscando información al respecto, he encontrado este artículo publicado hace algunos años por fuentes independientes, concretamente por el Canal de Televisión La Sexta, de España, que precisamente aborda el tema con imparcialidad.

Espero que lo disfruten.




LA SEXTA  -  TECNOEXPLORA

*T

A VECES LAS IDEAS SENCILLAS SON LAS QUE NO TERMINAMOS DE COMPRENDER


La historia de la complicada investigación de Henry Eyring que se tardó 40 años en entender


Hay ideas que se adelantan a su tiempo y que, para cuando nos hemos dado cuenta, ya han cambiado nuestro mundo. Esta es una de ellas, pero no nos dimos cuenta.

Henry Eyring

Josue A. Peña WikipediaHenry Eyring

Hay ideas demasiado complejas para su tiempo, como pasó con Henry Eyring. Su "brillante teoría sobre las tasas de reacción química, publicada de 1935, aparentemente no fue comprendida por los miembros de la Comisión del Nobel hasta mucho después". Quien lo dice es la misma Fundación Nobel, que no le concedió el galardón sencillamente porque no lo entendieron. "Como compensación, la Real Academia Sueca de las Ciencias la concedió, en 1977, su más alto honor, a parte del Nobel: la Medalla Berzelius de oro".

Lo suyo no fue una excepción: prácticamente todos los premios y reconocimientos que recibió en su vida se produjeron en torno a 30 años después de su mayor descubrimiento: la ecuación que lleva su nombre.

Y es que la de Eyring fue una vida fascinante... o mejor dicho, una vida rara. Una biografía a la que no estamos acostumbrados cuando hablamos de un científico, y no sólo por su tardío reconocimiento.

Los Eyring eran una familia mormona de tercera generación. Es decir, eran mormones casi desde el mismo momento en que nació la Iglesia de los Santos de los Últimos Días. De hecho, el joven Henry nació y vivió en un rancho cerca de Colonia Juárez, en el Estado mexicano de Chihuahua, y allí estuvo hasta los 11 años de edad, cuando en plena Revolución Mexicana, los Eyring y otras muchas familias norteamericanas fueron expulsados del país.

Ahí comenzó un viaje por Texas y Arizona, donde descubrió su pasión por la ciencia y las matemáticas. De hecho, en el Eastern Arizona College aún se puede ver su nombre grabado en una de las columnas de la fachada principal. El suyo y el de su cuñado, Spencer W. Kimball, que más tarde fue presidente de la Iglesia Mormona.

Esa es, casi con toda seguridad, una de las cosas que más sorprenden al acercarnos a Henry Eyring: su gigantesca lucha por compatibilizar su ciencia y su religión. Cuando le preguntaban si creía que había contradicciones entre la ciencia y la religión, él solía responder que no porque "no hay ningún conflicto entre ellas en la mente de Dios, pero a menudo suele haberlos en la mente de los hombres".





¿Discriminación religiosa?

Precisamente esto, su fe mormona, que en la década de 1930 estaba mucho peor vista que en la actualidad, es lo que ha generado la idea de que en realidad el Nobel no llegó por simple y pura discriminación religiosa. ¿Es posible? Es posible. Ya es complejo saber qué piensan las comisiones actuales del Nobel como para saber qué pasó hace 90 años.

Pero la versión de la fundación Nobel también encaja: la ecuación de Eyring (que fue descubierta de forma independiente por Evans y por Polanyi en la misma época) relaciona la velocidad de reacción con la temperatura. En términos generales es fácil de derivar de cinética de gases, y presumiblemente esa aparente sencillez impidió ver que era la puerta de entrada a la novísima teoría del estado de transición hasta que ya era demasiado tarde.

¿Tarde? Bueno, la intención original de Alfred Nobel era premiar las mejores cosas del año anterior, algo que, rápidamente, se hizo inviable. Por eso, con el paso de los años, los organizadores del Nobel se han ido dando cada vez más tiempo. Es muy difícil entender el potencial de una ecuación, un libro o un descubrimiento el mismo año que sale a la luz. Tanto es así que durante mucho tiempo, se dio un plazo de 10 años.

Y eso es lo que parece que le pasó a Eyring. Su trabajo permitió entender en gran profundidad las reacciones químicas, pero eso es algo que se les escapó a los que daban los premios hasta que ya no se podían conceder.

Cabe suponer que es una demostración más de que no sólo basta con ser un genio, ni con tener una idea. Sin todo lo demás, las ideas acaban perdidas en un cajón hasta que muchos años después nos damos cuenta de que nos cambió la vida.

https://www.lasexta.com/tecnologia-tecnoxplora/ciencia/divulgacion/historia-complicada-investigacion-henry-eyring-que-tardo-anos-entender_20170818599df97e0cf202634b3b22ab.html