Criticar es muy fácil... y con las últimas noticias sobre el fondo de ahorro que tiene la Iglesia se han vertido muchas opiniones de todo tipo, hoy quiero reflexionar sobre el tema y aportar mi visión y experiencia particular.
Creo que lo más importante no es CUANTO se tiene, sino CÓMO se usa lo que se tiene y esa es para mí la clave, hay ricos que son muy generosos y pobres que son miserables, y viceversa, no es lo que tenemos, sino lo que ambicionamos o cómo usamos lo mucho o poco que tenemos, lo que nos acerca a Cristo.
Con respecto a la noticia que ha sido publicada recientemente que la Iglesia tiene 100 mil millones de dólares de ahorro para imprevistos, pues cada uno tiene su propia opinión, ya que la cifra es muy alta y aún sabiendo, desde hace muchos años, que tal como nos aconsejaba a las familias, que viviéramos dentro de un presupuesto, evitáramos gastos inútiles y ahorráramos para el futuro, era el propio modelo que seguía la Iglesia, usando los fondos recibidos por diezmos y ofrendas de forma prudente y equilibrada y guardando una parte cada año para tener un fondo de ahorro y reserva, no era ningún secreto que así se estuviera haciendo.
Lo sorprendente es la cantidad acumulada, que resulta muy elevada, pero analicemos el porqué y el cómo se ha llegado a este fondo.
Si analizamos la Historia de la Iglesia, hemos estado en bancarrota por lo menos en tres ocasiones, el los primero tiempos de la Iglesia, con la crisis financiera de 1837 y las expulsiones del estado de Misuri los miembros estaban arruinados y las finanzas eran desesperadas. Tras el éxodo a Utah la Iglesia empezó a prosperar hasta finales del siglo XIX en que de nuevo se llegó casi a la quiebra total por el enfrentamiento con el Gobierno Federal. Luego otra época de relativa prosperidad durante el principio del siglo XX hasta llegar a la Gran Depresión seguida por la Segunda Guerra Mundial que volvió a poner las finanzas al límite.
Con todas estas experiencias, no es de extrañar que cualquiera quisiera tener un fondo de reserva para poder enfrentar situaciones similares en el futuro, por lo que con la prosperidad de los años 50 y 60 la Iglesia volvió a recuperarse, y más aún, con los siguientes años de gran crecimiento de miembros en la Iglesia en su expansión mundial, los fondos recibidos fueron creciendo, recuerden que para 1920 solo había un millón de miembros, para 1970 ya éramos tres millones y para finales de los 90 ya superábamos los diez millones, estando actualmente superando los dieciseis millones de miembros.
Ello suponía mayores ingresos y mayor posibilidad de ahorro, pero si sacamos las cuentas aproximadas de ingresos y ahorro, en los últimos cuarenta años, ni de lejos llegaríamos a esa cantidad, por lo que es casi seguro asegurar que solo un tercio del dinero acumulado hasta la fecha proviene del ahorro de los fondos reservados y el resto proviene de una sabia inversión de los mismos, porque el dinero se pone a trabajar, no se guarda en un agujero, sino que invirtiéndolo con prudencia y sabiduría, se multiplica, que es el caso que tenemos.
Es decir, tenemos una Iglesia sabia y prudente, que ahorra una parte de sus ingresos anuales y los poner a trabajar y consigue triplicarlos, lo que, para algunos es criticable, para otros, es elogiable. de ahí las deferentes opiniones.
Hasta aquí la historia, ahora quisiera hablar del CÓMO se usan los fondos, en el artículo que les acompaño se detalla muy bien la administración de los fondos recibidos de diezmos y donativos y para ello contaré dos experiencias.
Yo me bauticé en 1976 en Valencia, España, en aquella época nos reuníamos en locales o pisos alquilados, con los años siguientes se fueron construyendo las primeras Capillas o Centros de Reuniones propiedad de la Iglesia.
En esos tiempos, para construir una Capilla, se pedía a los miembros locales que aportaran un 2% del valor de construcción, lo cual se hacía la mayor parte de veces con trabajos, en 1983 se compró el primer local en Valencia y se hizo un presupuesto, de lo que nos correspondía ese 2% que lo aportamos en trabajos de demolición y desescombro. Lo curioso es que, con los años y con la mejoría económica de la Iglesia, esas aportaciones desaparecieron porque la Iglesia dijo que tenía suficiente con los fondos de diezmos para no requerir ningún esfuerzo adicional a sus miembros y lo más curioso aún, es que, cuando se terminó la obra, el dinero que habíamos aportado en trabajo, que estaba basado en el presupuesto, el coste real de la obra fue inferior al presupuestado, por lo que habíamos aportado de más a la construcción y la Iglesia nos devolvió en efectivo, al entonces Distrito de Valencia, la diferencia, de la que disfrutamos en aquellos momentos para comprar algunos artículos para los miembros, como un equipo de música para las Actividades.
Incluso recuerdo que para las actividades, teníamos un fondo adicional y de esas aportaciones realizábamos todas las fiestas y actividades, fondo que también desapareció con los años, aportándolo actualmente la Iglesia a los Barrios y Ramas del fondo general de Diezmos.
Vemos como no hay avaricia por parte de la Iglesia, que ha ido reduciendo los fondos para no solicitar más a los miembros de lo estrictamente necesario, esa actitud es un testimonio para mi el uso correcto de los fondos.
La otra experiencia es mi época de vida en Argentina, donde residí en una maravillosa y pequeña localidad del interior de Buenos Aires, con apenas 30.000 habitantes y con una rama de unos cien miembros activos, gente humilde y buena, pero de escasos recursos. Allí serví como Secretario y administré los fondos de la Iglesia y quiero decir que, primero, tenían una hermosa Capilla que jamás hubieran podido pagar con sus recursos limitados y segundo, que las ayudas que se daban a los miembros en sus necesidades para alimentos, alquileres y suministros, no es que fuera superior a sus aportaciones de ofrendas de ayuno, sino que superaban incluso a sus aportaciones de diezmos, por lo que vemos la generosidad y atención de la Iglesia hacia sus miembros necesitados.
Además, he servido en dos ocasiones como presidente de Rama, varias como Consejero de Distrito y más de veinte años como Secretario, por lo que puedo afirmar que se ha ayudado en todo lugar y todo momento a aquellas personas que estaban pasando por necesidades físicas, mucho más de lo que aportaban ellas mismas e incluso que lo que aportaba su congregación.
Resumiendo, por todo ello, con respecto a esta noticia solo tengo que añadir unos breves comentarios, que no era un secreto que esos fondos existieran y que se invirtieran para su crecimiento, que hay personas responsables de su uso y que si alguno lo hace incorrectamente dará cuenta antes las Autoridades y ante el Señor, que si hay alguna irregularidad fiscal, el IRS lo analizará y determinará y pedirá las responsabilidades oportunas y que el tiempo pone todo en su sitio.
Finalmente, quiero confiar en la inspiración y prudencia de aquellos que son responsables de estos fondos sagrados, sabiendo que cada uno dará cuentas de su mayordomía y una reflexión final....
Piensen en José en Egipto, en el séptimo año de vacas gordas, guardando toneladas y toneladas de trigo en los graneros egipcios, y reflexione qué hubiera pensado de él en ese momento...... o quizás que pensaría siete años más tarde.....
Que Dios les bendiga.
El obispo presidente de la iglesia detalla cómo se usan el diezmo y las donaciones
"Se trata de construir una reserva de la iglesia y, en última instancia, todos esos fondos se utilizarán para fines de la iglesia", dice el obispo Gérald Caussé
Excelente articulo. Muchas gracias
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